Alcoholismo, un carrusel llamado negación es, desde hace mucho tiempo, uno de los folletos más poulares de Al-Anon. Está basado en una presentación efectuada por el reverendo Joseph L. Kellermann, Ex director del Consejo de Alcoholismo de Charlotte, Carolina del norte, EE.UU., durante el Segundo Seminario Anual de los Grupos Al-Anon en Milford, Conneticut, el 5 de octubre de 1968.
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A través de una obra teatral imaginaria se demuestra cómo las personas en la vida del alcohólico perpetuan la enfermdad y, por consiguiente, entorpecen su recuperación. Sugiere los pasos que pueden dar los familiares y amigos del alcohólico para encarar un programa de recuperación personal.
El papel estelar puede ser representado por un hombre o una mujer de cualquier edad u origen. En esta ocasión hemos elegido a un hombre.
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El alcoholismo es un drama en tres actos en el que toman parte por lo menos cuatro personajes: el bebedor y su familiar los amigos, los compañeros de trabajo y hasta los consejeros, quienes pueden contribuir a mantener girando el Carrusel. El alcoholismo rara vez aparece en una persona sin que afecte a otras; es extraño que continúe aislado de los demás.
Un individuo bebe mucho y se emborracha, y los demás reaccionan contra la borrachera y sus consecuencias. El bebedor responde a esta reacción y vuelve a beber. Esto establece un Carrusel de culpa y negación, semejante a un espiral hacia abajo, lo cual caracteriza al alcoholismo. Por consiguiente, para entender el alcoholismo, debemos mirar no sólo al alcohólico, sino observar la enfermedad como si estuviéramos sentados entre los espectadores de una obra teatral, y contempláramos cuidadosamente las actuaciones de todos los actores del drama.
Tan pronto se levanta el telón, vemos al alcohólico como la estrella del primer acto. El hace toda la actuación, los demás reaccionan ante lo que él hace. Es un hombre entre los 30 y 55 años de edad, usualmente inteligente, capacitado, y a menudo triunfador en su trabajo o profesión, pero que su meta en la vida no está al alcance de su capacidad. Vemos que es sensitivo, solitario y tenso. Es también inmaduro, y en tal forma que crea una verdadera dependencia, no obstante poder actuar en forma independiente a fin de negar este hecho. También niega ser responsable de los resultados de su comportamiento. De esta dependencia y negación es que este drama se llama "Un Carrusel Llamado Negación". Para que él actúe en esta forma, los demás deben hacer posible esta actuación. Es por eso que debemos observar cuidadosamente lo que cada actor representa en la obra.
El alcohólico ha aprendido que el uso del alcohol le hace sentirse mejor. Para él, esto es una bendición, no una maldición; es su medicina, no su veneno. Por unas cuantas horas lo aleja de sus tormentos, desaparecen sus temores, disminuye su tensión, remueve su soledad y resuelve todos sus problemas.
La obra comienza con el alcohólico exclamando que nadie puede decirle a él lo que debe hacer, él es quien le dice a todos qué deben hacer. Esto hace muy difícil que la familia pueda hablar sobre la bebida y sus resultados. Aun cuando es indiscutible que la bebida está causando serios problemas; él simplemente no los discutirá. La conversación es como una calle de una sola vía. Nadie parece oír lo que los otros están diciendo. Ambas partes dicen una cosa, y sin embargo hacen otra. Es por eso que es necesario ver la obra para entender el alcoholismo. Observar al alcohólico solamente, leer una descripción científica de la enfermedad, o escuchar las historias de sufrimientos de la familia es sólo una pequeña parte del drama. La palabra clave del alcoholismo es "Negación", una y otra vez las personas no hacen lo que dicen, o niegan lo que han hecho. Si pudiéramos ver la obra por televisión y apagar el sonido, entenderíamos mucho mejor lo que realmente está sucediendo.
Al comienzo del primer acto el alcohólico necesita de un trago y lo toma. Bebe un sorbo con rapidez, no despacio y con calma. Puede beber sin recato, pero posiblemente ocultar la cantidad que toma, haciéndolo fuera de la escena y no en presencia de los otros actores de la obra. Esta es la primera parte de la negación: ocultar la cantidad que bebe. Pero esto nos demuestra que él sabe que está bebiendo demasiado. Bebe mis que los otros, más a menudo, y sobre todo, esto significa más para él que para los otros.
Beber en exceso y muy frecuentemente no es asunto de elección. Es el primer signo de alcoholismo. Negaciones repetidas como el esconder la botella y el beber solo, revela cuán importante se ha vuelto el alcohol para ayudarle a sentirse mejor. Después de uno o dos tragos, ya no puede parar de beber.
Después de unos tragos mis, vemos un profundo cambio en el alcohólico. Revela una sensación de triunfo, bienestar y de autosuficiencia. Está en la cúspide del mundo y puede actuar como si fuera un pequeño Dios. Ahora él está en lo cierto y los demás equivocados. Esto sucede con facilidad cada vez que alguien objeta su forma de beber.
En los alcohólicos no hay una manera uniforme de actuar cuando están intoxicados, pero cualquiera que ésta sea, no es racional ni sensible, sino irresponsable. Ignoran todas las reglas de conducta social, a veces inclusive hasta un grado criminal, de lo cual un claro ejemplo es el manejar un automóvil cuando están bajo la influencia del alcohol. Si una persona sobria actuase en esta forma, sin duda le consideraríamos loco.
Si las borracheras continúan por largo tiempo, el alcohólico crea una crisis, se mete en problemas y termina en un completo caos. Esto puede suceder de muchas formas, pero el patrón es siempre el mismo: el alcohólico es una persona dependiente, que se comporta como si en realidad fuera independiente y su forma de beber hace que fácilmente se convenza de que esto es cierto, aunque el resultado de sus borracheras lo hace cada vez mis dependiente de los demás. Cuando su autocreada crisis estalla, espera que algo suceda; la ignora y le da de lado o llora para que alguien lo saque de ese apuro. El alcohol, que al principio le dio una sensación de triunfo e independencia, ahora se ha quitado la máscara y revela al niño indefenso y dependiente que es.
En el segundo acto el alcohólico no hace nada, ya que espera que los demás hagan algo por él. Los otros tres personajes entran en escena y el alcohólico se beneficia con lo que ellos hacen. En este acto él hace poco o nada, pues todo se lo hacen.
La primera persona en aparecer es el que podemos llamar el Propiciador, el servicial "Señor Puro", que impulsado por su propia ansiedad y sentido de culpabilidad puede querer rescatar a su amigo alcohólico de su trance apurado, salvarte de la crisis inmediata y así aliviarle la intolerable tensión creada por la situación. Realmente esta persona puede estar satisfaciendo su auto necesidad más bien que la del alcohólico, aunque no se da cuenta de ello. El Propiciador puede ser un hombre ajeno a la familiar quizás un pariente, aunque a veces este papel es personificado por una mujer.
También puede ser representado por las tan conocidas "profesiones auxiliares", como los clérigos, médicos, abogados y trabajadores sociales. Muchos de ellos han tenido poca o ninguna de las instrucciones científicas sobre alcohol y alcoholismo, lo cual es esencial para esa clase de consejo especializado. Careciendo de este conocimiento, manejan la situación de la misma forma que el Propiciador no profesional. Esto le impide al alcohólico el proceso de aprendizaje por medio de enmendar sus propios errores, y le acondicionan para hacerle creer que siempre habrá un protector que vendrá en su ayuda, aunque los Propiciadores insistan en que ellos no le volverán a ayudar, siempre lo harían en una u otra forma... y el alcohólico así lo espera. Estas operaciones de rescate pueden ser tan compulsivas como la bebida.
El siguiente personaje que aparece en escena puede ser llamado la Víctima. Este puede ser el jefe, el patrono, el capataz o supervisor, el oficial de mando en la vida militar, un socio de negocios, o a veces, un compañero de trabajo. La Víctima es la persona que se hace responsable de hacer el trabajo del alcohólico, si éste se ausenta debido a sus borracheras, o le ayuda a realizarlo cuando sufre el malestar posterior a las borracheras. Las estadísticas en la industria muestran que cuando el tiempo del trago interfiere con el empleo del trabajador, esto se debe a que el alcohólico puede ser un empleado antiguo de la compañía, y por esa razón su jefe ha llegado a tomarle una gran amistad. La protección humana es una reacción perfectamente normal; siempre hay la esperanza que ésa sea la última vez. El alcohólico se ha vuelto completamente dependiente de esta repetida protección y encubrimiento por parte de la Víctima; de otra forma no podría continuar bebiendo de esa manera. Se vería forzado a dejar la bebida o a dejar el trabajo. En este caso es la Víctima quien "Propicia" que el alcohólico continúe bebiendo irresponsablemente sin perder su trabajo.
El tercer personaje en este acto es la persona clave en la obra: el cónyuge, el padre, la madre, o la persona con quien el alcohólico vive. Por lo general es la esposa o la madre. Es veterana en su papel y lo ha representado mucho más tiempo que los otros en este acto. Ella es la Provocadora. Es la que se siente lastimada y dolida por los repetidos episodios de borracheras, pero mantiene la unidad familiar a pesar de todos los problemas causados por la bebida. En cambio, alimenta con su amargura, resentimiento, temor y dolor la vida conyugal; por consiguiente se convierte en la verdadera fuente de provocación. Controla, trata de forzar los cambios que desea, se sacrifica, se acomoda, nunca desiste de su empeño, nunca cede; pero sobre todo, nunca olvida. La actitud del alcohólico es que sus fallos deben de ser aceptables, pero ella no debe de fallarle nunca. El actúa con completa independencia e insiste en que hará lo que le parezca, pero espera que ella haga exactamente lo que él dice que haga, o que no haga. Y claro está, ella debe de estar siempre en la casa para cuando él llegue, si es que llega.
Este personaje pudiera también ser llamado "el Arreglalotodo", porque constantemente arregle las crisis y problemas causados por la bebida. El alcohólico la acusa de todo lo que va mal en el hogar y en el matrimonio; ella en cambio, hace todo lo posible para que su matrimonio se mantenga, y demostrarle a su esposo que él es el equivocado. Ella es la esposa y ama de casa, y además puede verse obligada a ganar parte del sustento familiar. Conviviendo con un hombre cuya enfermedad es el alcoholismo, quiere ser la enfermera, médica y consejera a un tiempo. Pero no puede ejercer estas tres funciones sin perjudicarse o perjudicar a su esposo. Está tan disgustada que no puede hablar con él sin añadir más y más culpas, amargura, resentimiento y hostilidad a una situación ya de por si insostenible. Pero no obstante, las costumbres de nuestra sociedad preparan y acondicionan a la esposa para representar este papel. Si se niega, se encontrará actuando en contra de lo que la familia y la sociedad consideran la función correcta de una esposa. No importa lo que el alcohólico haga, di siempre regresa al hogar; éste es el lugar a donde todos van cuando no hay otro sitio adonde ir.
El acto segundo es representado ahora en toda su plenitud. El alcohólico en su desesperada condición ha sido rescatado, repuesto en el trabajo y devuelto al seno de la familia como un miembro más. Esto lo disfraza de adulto responsable, pero como todo fue hecho por los otros y no por él, su dependencia es mayor y sigue comportándose como un niño con ropaje de adulto. Los resultados son que los efectos, problemas y confusiones creadas por el alcohólico han sido resueltos y aclarados por otros. Las dolorosas consecuencias de la bebida fueron sufridas por las otras personas, y no por el bebedor. Esto le permite a él continuar bebiendo como una forma de resolver sus problemas. En el Primer Acto el alcohólico eliminó todos sus dolores y miserias emborrachándose; en el Segundo Acto los problemas y los resultados dolorosos de sus borracheras son resueltos por otras personas. Todo esto convence al alcohólico de que puede seguir comportándose indefinidamente en forma tan irresponsable.
El Tercer Acto comienza casi en la misma forma que el Acto Primero, pero algo ha sido añadido por los Actos Primero y Segundo. La necesidad de negar su dependencia es ahora mayor, y debe de ser expresada de inmediato y mis enfáticamente. El alcohólico niega el tener problema con la bebida, niega ser un alcohólico, niega que el alcohol le esté causando problemas, rechaza el reconocer que alguien lo haya ayudado, etc., más y más negaciones. Niega que pueda perder su trabajo e insiste en que él es el mejor y más diestro en su empleo o profesión. Pero sobre todo, niega haberle causado el menor problema a su familia. De hecho culpa a su familia, especialmente a la esposa, por todo el desvelo, molestias y problemas innecesarios. Puede incluso insistir en que su esposa está loca, y que necesita ver a un psiquiatra. A medida que la enfermedad y los conflictos empeoran, el marido a menudo acusa a la esposa de infidelidad conyugal; aunque no tenga ni una razón verdadera para estas acusaciones.
Algunos alcohólicos adquieren la misma negación cuando adoptan una actitud de absoluto silencio, y rehúsan discutir nada concerniente a sus borracheras. La razón es que es demasiado doloroso recordar. Otros permiten a la familia que discuta sobre lo que hicieron mal, o dejaron de hacer; ya sea que estuvieran borrachos o sobrios. Pero la esposa nunca olvidara lo que su esposo hace; él puede que no lo recuerde porque estaba intoxicado, sin embargo nunca olvidara lo que su esposa le dijo que hizo o dejó de hacer.
El problema verdadero es que el alcohólico está bien consciente de la verdad, lo cual niega con tanta vehemencia. Él sabe de sus borracheras, y está consciente de su fracaso. Su culpabilidad y remordimiento se han vuelto intolerables a tal punto que no puede resistir la crítica o el consejo de los demás. Sobre todo, el recuerdo de su íntima incapacidad y su fracaso es más que embarazoso al finalizar el primer acto; resulta demasiado doloroso para una persona que piensa y actúa como si fuera un pequeño Dios en su propio mundo.
Con el tiempo la familia se ajusta a convivir todos unidos. El alcohólico puede negar que volverá a beber, y los otros actores de la obra juran que nunca más le ayudaran. El Propiciador dice que nunca más irá en su rescate. La Víctima no le permitirá otra ausencia del trabajo debido a sus borracheras. La Provocadora, ya sea la esposa o la madre, le dice al alcohólico que no puede vivir mis en su compañía bajo esas condiciones.
Cuanto se ha dicho es completamente diferente de lo que cada cual ha hecho y hará otra vez. El Propiciador, la Víctima y la Provocadora han dicho lo mismo anteriormente, pero nunca lo han llevado a cabo. El resultado es que el sentimiento de culpabilidad y fracaso del alcohólico aumenta, su seguridad de semi dios de que puede hacer lo que le plazca es desafiada y todo esto viene a aumentar su ya pesada carga de tensión y soledad. Si este dolor mental se hace intolerable, especialmente por el cambio de actitud y acción de los otros miembros del reparto, puede hacer una cínica y segura forma de remover su dolor, venciendo su culpabilidad y sensación de fracaso y recobrando un sentido de estimación y dignidad personal. No obstante si el Segundo Acto es protagonizado como fue descrito, lo más probable es que en el Tercer Acto, el alcohólico vuelva a beber. Esta es su forma mis segura para aliviar todo el dolor, resolver todos sus problemas y alcanzar una sensación de bienestar. El recuerdo del confort y el beneficio inmediato que le proporciona el alcohol, borran el conocimiento de lo que sucederá si vuelve a beber. Además siempre en el fondo de su mente tiene la esperanza de que esta vez él podrá controlar la bebida y disfrutar los grandes beneficios que una vez gozó por medio de la bebida. Lo que aparece absolutamente necesario para el alcohólico ocurre, así pues, comienza a beber de nuevo.
Cuando él toma su trago la obra no se termina, las cortinas caen a la terminación de los Actos Primero y Segundo, pero en el Tercer Acto la obra de repente vuelve al primer acto sin bajar las cortinas. Es como ver una película de tres rollos que continua proyectándose sin parar. Si las personas en el auditorio permanecen sentadas por largo tiempo y los primeros dos actos son ejecutados como fueron descritos anteriormente, los tres actos se repetirán una y otra vez, y al final del Tercer Acto el alcohólico volverá a beber otra vez. Como los años pasan, los actores envejecen, pero hay poco cambio en las palabras o en la acción de la obra.
Si los primeros dos actos son representados como ya fueron descritos, el Tercer Acto continuará en la misma forma, Si el Primer Acto no hubiese ocurrido, no hubiéramos tenido el comienzo del drama sobre el alcoholismo y la obra hubiese terminado. Esto hace que el Segundo Acto sea el único en el cual el trágico drama del alcoholismo puede ser cambiado, el único Acto en el cual la recuperación del alcohólico puede ser iniciada por las decisiones y acciones de los otros personajes.
En el Segundo Acto el alcohólico ha aceptado todo lo que los otros hicieron por él, quienes actuaron de esa forma por su propia voluntad o porque simplemente no pudieron resistir el no ayudarlo. Es por eso que este Acto posee el verdadero potencial para romper el espiral hacia abajo del alcoholismo y su carrusel de negaciones. Veamos ahora qué sucede cuando aquellos relacionados con el alcohólico determinan crear un cambio en la situación.
Una recuperación planificada, desde el punto del alcoholismo, debe comenzar por los personajes en el segundo acto. Ellos deben aprender cómo las personas afectadas por esta enfermedad se afectan las unas a las otras, y después aprender la parte más difícil que es actuar en una forma enteramente diferente.
Los nuevos papeles pueden ser aprendidos con sólo poner en práctica los conocimientos y descubrimientos de otros que comprenden y entienden esta obra. Si el Segundo Acto se escribe de nuevo y es presentado en escena otra vez, hay razones para creer que el alcohólico se recuperará. Él está encerrado en su enfermedad, pero son otros los que tienen la llave de la cerradura. Nosotros no podemos obligarle a que abandone la idea de que la bebida le resolverá sus problemas, pero si le abrimos la puerta estará en libertad para salir.
Si el alcohólico es rescatado de cada crisis, si el jefe se deja convertir en una Víctima una y otra vez, y si la esposa reacciona como una Provocadora, entonces no hay ni un 10% de oportunidad de que el alcohólico se recupere. Él está virtualmente indefenso y no puede por sí mismo romper la cerradura, pero puede recuperarse si los otros actores de la obra aprenden cómo romper la dependencia del alcohólico hacia ellos, esto es, rehusando a ceder en cada ocasión. El alcohólico no puede hacer girar el Carrusel, a menos que otros viajen con él y le ayuden a que gire. Los actores en el segundo acto insisten en preguntarle al alcohólico por qué no para de beber, y en esto es en lo que fallan, porque están contribuyendo a que él intente una y otra vez de solucionar sus problemas humanos básicos por medio de la bebida. No es cierto que un alcohólico no pueda ser ayudado hasta que él desee esa ayuda; lo que si es cierto es que no hay la más remota posibilidad de que el alcohólico pare de beber si otras personas insisten en quitarle de encima todas las consecuencias dolorosas de la bebida. Los actores en el segundo acto encontrarán muy difícil cambiar de actitud, ya que les sería más fácil y menos doloroso el decir que el alcohólico no tiene cura, que tener que enfrentarse a la agonía de aprender a representar un nuevo papel.
El Propiciador y la Víctima deben también de buscar información, comprensión y entendimiento, si planean cambiar sus papeles. La esposa o la madre deben unirse a un programa de consulta y terapia, si es que quiere hacer un cambio básico en su vida.
Para entender el papel de los tres actores secundarios de este drama, debemos recordar que ellos no han aprendido a representar estos papeles de la noche a la mañana. Solamente representaron el papel que de ellos se esperaba, ya que habían sido enseñados a actuar en esa forma. Se imaginaban que estaban ayudando al alcohólico sin saber que lo que hacían era perpetuar su enfermedad, y hacer casi imposible la recuperación del enfermo.
El Propiciador es la persona que piensa que no debe dejar que el alcohólico sufra las consecuencias de sus borracheras, cuando le es tan fácil hacer una simple operación de rescate. Para esta persona, esto resulta igual que salvar a alguien que se está ahogando; algo que simplemente debe de hacerse. Pero esta misión de rescate le transmite al alcohólico lo que en realidad está pensando el rescatador: "Usted no es capaz de hacer nada sin mi ayuda". Así el Propiciador manifiesta la falta de fe en la habilidad del alcohólico para cuidarse por sí mismo, lo cual es una forma de juicio y condenación.
El papel del Propiciador profesional — clérigo, médico, abogado y trabajador social — puede ser más destructivo aún, si éste acondiciona a la familia para que trate de reducir las crisis en vez de utilizarlas para iniciar un programa de recuperación. Posiblemente durante cinco años o más, la familia ha sabido que la bebida ha estado creando problemas dentro del hogar, pero que estos problemas todavía no se han hecho visibles a personas ajenas. Cuando los familiares acuden a profesionales que no están adecuadamente calificados para tratar el alcoholismo, y aunque el comportamiento antisocial del enfermo no deje lugar a dudas, la familia puede ser informada erróneamente de que ése no es un caso de alcoholismo y que nada pueden hacer hasta que el tomador no solicite ayuda.
Cuando el alcoholismo llega al punto en que se sale del grupo de la familia y el alcohólico por sí mismo acude a tales profesionales, lo que en realidad está buscando es una reducción de sus crisis al utilizar a estas personas como propiciadoras; de nuevo el Carrusel se impulsa y sigue girando. La familiar a la que inicialmente se le dijo que no habían síntomas de alcoholismo, ahora se le enseña cómo debe arrancar los síntomas, más bien que afrontar realísticamente la enfermedad. Esas mismas personas que fallaron en identificar la enfermedad en sus etapas iniciales, ahora tratan de ayudar al alcohólico con mis avanzados síntomas y lo que hacen es devolverlo al Carrusel. Estas contradicciones hacen creer a la familia de que nada puede hacer para enfrentar el alcoholismo. Inclusive, cuando los miembros de la familia o el alcohólico intentan conseguir ayuda para ellos o para el alcohólico mismo, la función del profesional a veces se convierte en la del Propiciador, en vez de orientar a los familiares hacia un programa de recuperación de gran alcance.
Como quiera que el propiciador es la primera persona en escena, él influye en el resto del Segundo Acto, porque traza la dirección y el movimiento de esta parte de la obra, y así es como este mal informado profesional ayuda a que todos los personajes vuelvan a subirse al Carrusel.
La Víctima no sube al Carrusel hasta que la bebida no comienza a interferir con el trabajo del alcohólico, usualmente después que éste ha estado trabajando por varios años y que una estrecha amistad existe entre el jefe y el alcohólico. El jefe protege a su amigo alcohólico porque sabe lo que sufrirían la esposa y el hijo de éste, si fuera despedido. Esto sucede si la empresa no tiene un programa para ayudar a la recuperación de sus empleados alcohólicos. Los compañeros de trabajo también protegen al alcohólico simplemente porque este hombre es su amigo. Así vemos como el interés personal y la amistad condiciona a la Víctima para dar al alcohólico la misma "ayuda" que aumenta la dependencia y la necesidad de su negación.
La esposa es la primera persona en unirse al alcohólico en el Carrusel. Al ella absorber las injusticias, sufrir las privaciones, aguantar las vergüenzas y aceptar las promesas rotas, queda de hecho incapacitada en todo esfuerzo para enfrentarse a la situación creada por la bebida. Al sentirse abatida por la constante expresión de hostilidad dirigida hacia ella, esto hace que sus reacciones sean también de hostilidad, amargura, ansiedad y cólera. Representando su papel en esta forma, trae por consecuencia que la esposa se afecte emocionalmente. Ella no es una mujer enferma que convierte a su esposo en un alcohólico, sino una mujer que se convierte en parte de esa enfermedad llamada alcoholismo, por tener que convivir con esa situación; como resultado se ha convertido en la Provocadora. Está atrapada entre la avanzada enfermedad del alcoholismo y un muro de ignorancia, vergüenza y dificultades infligidas por la sociedad. Como es natural, esto la quebranta, necesita información y consejo, no porque ella cause la enfermedad a su esposo, sino porque está siendo destruida por dicha enfermedad. Esto en cambio lastima al alcohólico y reduce su oportunidad de recuperación.
Otra razón por la que la esposa necesita ayuda en un programa de recuperación es porque si cambia su papel y comienza a actuar en forma diferente, descubrirá que se está quedando sola. Amigos, familiares, asociados y otros, la tratarán como a la actriz que ha desertado de su papel cuando no había ningún substituto a mano. Esto es especialmente cierto si la esposa se separa de su esposo por su propia voluntad o por necesidad.
Algunas esposas logran cambiar sus papeles hablando con consejeros que poseen conocimientos básicos del alcoholismo, o asistiendo a reuniones locales en clínicas para alcoholismo, o de salud mental. Otras adquieren comprensión y seguridad tomando parte en las reuniones de los Grupos de Familia Al-Anon. El tener nuevas amistades que comprenden su nuevo papel, porque ellos también han pasado por una vida similar de dolor y agonía, es muy importante para la esposa en este momento, ya que los familiares y amigos pueden hacerle creer que está equivocada tratando de desempeñar un nuevo papel, pero ella necesita personas que le entiendan y puedan darle el apoyo moral que necesita en su búsqueda de respuestas para los problemas del alcoholismo.
El error básico cometido por las mujeres que buscan ayuda para el alcoholismo de sus esposos es que ellas desean que se les diga lo que pueden hacer para detener la bebida, sin darse cuenta que el aprendizaje puede tomar bastante tiempo, pues esto significa aprender un nuevo papel en el matrimonio con un alcohólico. A menudo son necesarias conferencias semanales y reuniones de grupos por largo tiempo, antes de que una esposa comience a cambiar sus sentimientos y aprenda a actuar en una forma nueva y constructiva. Si otros en la obra no aprenden nuevos papeles, la esposa puede necesitar permanecer en el grupo por un periodo de dos o tres años, antes de que sus sentimientos y emociones le permitan un cambio en su papel.
La esposa debe procurar ayuda para sí misma a fin de recuperarse de sus propios temores, ansiedades, resentimientos y otras fuerzas destructivas que están presentes en el matrimonio con un alcohólico. A medida que ella sea capaz de cambiar, ese cambio puede influir en el hábito de beber de su cónyuge, y en muchos casos puede inducir a la recuperación del alcohólico. Pocos esposos pueden permanecer indiferentes ante un cambio drástico en sus esposas, sin hacer a su vez un cambio básico en sus propias vidas. Pero este cambio tan añorado no puede ser siempre garantizado. Muchas esposas buscan cierta forma de ayuda y luego abandonan el programa cuando los problemas del matrimonio con un alcohólico no son resueltos en corto plazo.
A fin de evitarles daños a los hijos, la esposa debe buscar ayuda fuera del círculo de amistades y familiares, porque cuando ella representa el papel de la Provocadora, los hijos son colocados entre un padre y una madre enfermos. La esposa que tempranamente busca y encuentra ayuda, puede prevenir mucho del daño que es transmitido a los hijos debido a su reacción hacia el esposo. Si ella busca y encuentra ayuda, protegerá en varias formas a sus hijos y puede abrir la puerta de la recuperación al esposo. El índice de recuperación aumenta grandemente cuando la esposa busca ayuda para sí misma y continúa utilizando esta ayuda.
Este es un asunto de suma importancia. Nadie tiene el derecho de creerse Dios y demandar que el alcohólico pare de beber. Lo contrario también es cierto. El alcohólico sólo puede seguir actuando como un pequeño dios diciéndole a todos qué deben hacer mientras él hace lo que le place, si los demás del reparto continúan desempeñado su papel. La esposa le asiste todo el derecho moral y la responsabilidad para rechazar el actuar como si su esposo fuera el Dios Todopoderoso, cuyos deseos y órdenes ella debe obedecer. Como una regla, ella no puede decirle nada a su esposo que éste no desee oír; su único medio efectivo de hacerse entender es aprender a liberarse, por si misma, del intento por parte de su esposo a controlarla. Esta independencia puede ejercitarse en silencio; no necesita palabras. Precisamente el verdadero mensaje a la esposa es lo que el esposo hace y no lo que él dice; ella debe aprender a enviar su mensaje actuando en forma distinta.
Dos cosas pueden interferir en el éxito del programa a largo alcance para la esposa. Primero, la conducta del marido hacia la nueva actitud que puede fluctuar desde la desaprobación a las amenazas y quizás la violencia. Segundo, las responsabilidades del hogar, especialmente si hay hijos pequeños, dificultan a la esposa el acudir a reuniones de grupo, asesoramiento o terapia durante el día. De noche pocos esposos alcohólicos cuidarían a sus hijos o pagarían a alguien por ese servicio mientras que la esposa asiste a las reuniones de Al-Anon. Nadie deberá confiar en ellos esta responsabilidad mientras estén bebiendo.
Si una pareja se casa a una edad promedio, durante el período antes alcoholismo de la enfermedad, la esposa es la primera persona en que se encuentro en el Carrusel cuando el alcoholismo aparece. Años después es que aparecen el Propiciador y la Víctima. Si la recuperación del alcohólico se inicia antes de que la enfermedad se agudice, es la esposa quien debe iniciar el programa de recuperación. Muchas personas aún hoy, incluyendo la ayuda profesional, son remisos de aceptar el alcoholismo como una enfermedad hasta que ésta alcanzo el estado adictivo de alcoholismo crónico. De ahí que la esposa se encontrara en la posición de una pionera en busca de ayuda. Si su clérigo condena las borracheras, se sentirá avergonzada de acudir a él. Si su médico falla en reconocer la existencia del alcoholismo en sus comienzos, la ayuda médica y el consejo apropiado para ella queda interrumpido. Si las condiciones se vuelven insostenibles y ella consulta a su abogado, él le podrá hablar en términos de separación o divorcio, ya que este es el único servicio que le puede brindar. Todo esto aumenta su sensación de fracaso como esposa, o la aterroriza con el panorama de la ansiedad y pesar que sentiría si toma tal resolución. Muchas personas permanecen subidas al Carrusel o regresan poco después tratando de detenerlo o bajarse del mismo.
Hasta que se produzcan cambios drásticos en nuestra actitud cultural y social hacia la bebida y el alcoholismo, el miembro de la familia que desee iniciar un programa de recuperación de alcoholismo debe entender que éste puede ser un proceso largo y difícil. No obstante, si la esposa u otro miembro de la familia está deseoso de participar en el programa semanal de educación, terapia, Al-Anon, o asesoramiento y lo practica por un periodo de seis meses, se producirán los cambios que usualmente ocurren, no sólo en su vida, sino también en la vida y actitud del alcohólico. Ahora bien, una esposa no puede realizar tal cambio a menos que crea que ésta sea la más correcta y moral alternativa, por consiguiente debe entender la naturaleza del alcoholismo. Debe tener el valor suficiente para mantenerse firme frente a la oposición de su esposo a que ella inicie su propio programa de recuperación. Una esposa no puede esperar efectuar lo que está más allá de su capacidad emocional o financiera. Sin embargo, si permanece en el programa, será capaz de resolver sus problemas por difíciles que le parezcan al principio.
No hay una forma fácil para detener el Carrusel ya que puede ser más doloroso el detenerlo que mantenerlo girando. Es imposible dictar reglas definitivas que sean aplicables a todos los miembros del drama. Cada caso es diferente, pero el cuadro de la obra se presenta casi igual.
El miembro de la familia es capaz de ver el Carrusel del alcohólico pero a menudo falla, al no ver que ella es una de las que ayuda a que siga girando. La parte más difícil de detener el repetido ciclo es el temor a que el alcohólico no quiera hacerlo sin tal ayuda. Pero lo que ella ignorantemente considera ayuda es el verdadero motivo que le permite a él continuar utilizando el alcohol como una panacea que cura todos sus problemas.
Si un amigo o vecino llama pidiendo ayuda, debe aprovecharse esta oportunidad para conducir al alcohólico y la familia de éste hacia un programa planificado de recuperación.
Un profesional que atiende alcohólicos o a la familia de estos, como clientes o pacientes, deberá aprender cómo enfrentarse al alcoholismo. Publicaciones específicas, están disponibles a través de programas de alcoholismo, a nivel local, estatal y nacional. También existen talleres o mesas de trabajo disponibles para los profesionales que se interesen en disponer de tiempo y esfuerzo para adquirir un conocimiento básico acerca de alcoholismo.
Si una esposa cree que su esposo tiene problemas con la bebida o que bebe mucho y muy seguido, debe buscar ayuda y consejo inmediatamente, evaluando la situación a fin de encontrar el programa mis adecuado a sus necesidades. A reserva de la clase de ayuda que la esposa escoja, no debe desalentarse después de unas pocas conferencias o reuniones, porque los cambios no ocurrirán de la noche a la mañana. La asistencia regular a estas reuniones debe ser continua, pues a muchas esposas les toma tiempo aprender esto; a fin de asegurarse de un verdadero beneficio de tales programas. En nuestra sociedad presente, la esposa tiene una sola alternativa: buscar ayuda por ella misma o permitir que la enfermedad de alcoholismo la destruya a ella, a otros miembros de la familia y quizás hasta su matrimonio.
Al-Anon es el recurso de grupo más difundido para la familia de hoy, al igual que A A lo es para el alcohólico. Cada una cuenta con varios miles de grupos en todas partes del país. Muchas comunidades también disponen de Centros de Información sobre el Alcoholismo, Centros de Higiene Mental y personas profesionales que han aprendido a dar sabios y útiles consejos a la familiar
Repetimos, la esposa puede encontrar una fuente de ayuda para ella misma. Esta es la única forma de romper el carrusel llamado negación. Una vez que la ayuda ha sido encontrada, ella debe continuar usando cuanta la ayuda posible a fin de construir su propio programa de recuperación, preferiblemente dentro de un grupo establecido. Comenzar un programa de recuperación puede ser causa de grandes sufrimientos, conflictos y confusión, pero una vez que se encamine, será menos doloroso que ayudar al alcohólico a que continúe bebiendo por quedarse como miembro del reparto de la obra que mantiene girando el Carrusel.